El Vaticano anunció ayer dos cambios clave en la Iglesia española, que confirmaron el rumbo reformista de Francisco, que quiere una Iglesia Católica abierta, no encerrada en sí misma y con pastores con "olor a oveja".

En relevos que se esperaban desde hacía meses con gran expectativa en ámbitos eclesiásticos españoles, con una jugada de lo más estratégica, el Papa se deshizo de dos prelados conservadores. Le aceptó la renuncia por límites de edad al cardenal Antonio María Rouco Varela -influyente arzobispo de Madrid, de 78 años recién cumplidos-, a quien reemplazó en ese importante puesto con el hasta ahora arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro Sierra, de 69 años y prelado de estilo opuesto, más moderado, abierto al diálogo y que es vicepresidente del episcopado español.

Por otro lado, decidió designar en su lugar al cardenal Antonio Cañizares Llovera, que desde diciembre de 2008 estaba en el Vaticano, al frente de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el dicasterio que se ocupa de asuntos litúrgicos, apodado "pequeño Ratzinger", también de 69 años y oriundo de Valencia.

Expertos en temas religiosos de España definieron la doble decisión de Francisco como el comienzo de una virtual "primavera" para la Iglesia de ese país, entre los más católicos de Europa en el siglo pasado, pero en las últimas décadas de los más laicos y anticlericales del Viejo Continente. Y destacaron que si bien Rouco hizo fuertes presiones en el Vaticano para que su sucesor fuera algún candidato de su línea, el Papa no lo escuchó y decidió libremente.

Francisco "ha elegido piloto de su primavera en España a un obispo sin aristas, sencillo, familiar y optimista, nada partidario de predicar apocalipsis, uno de los pocos pastores que «huelen a oveja», según la curiosa metáfora del papa argentino", escribió Juan G. Bedoya en el diario El País, al resaltar las dotes del nuevo arzobispo de Madrid.

"Enfrente, Rouco y la mayoría episcopal siguen anclados en el no a casi todo, en la condena y en un pesimismo ontológico que les lleva a creer que en la antaño reserva espiritual de Occidente la Iglesia romana vive una situación martirial, acosada por laicistas y perseguida por anticlericales", agregó.

Coincidió el experto en temas religiosos de El Mundo, José Manuel Vidal, que dijo que con la salida de escena de Rouco "se cierra un ciclo de casi 24 años en el que el purpurado madrileño actuó como un auténtico «vicepapa español»".

"Fue el hombre de Roma en España con Juan Pablo II y, sobre todo, con Benedicto XVI. Pero con la llegada de Francisco su estrella comenzó a palidecer. No era ni podía ser el hombre de Bergoglio en España. Entre ambos hay demasiadas diferencias de fondo y de forma", apuntó Vidal, que, por otra parte, subrayó la importancia de haber elegido en su lugar a un prelado como Osoro Sierra.

"Afable, cercano, pastoral y con una capacidad de trabajo inigualable, el nuevo arzobispo madrileño es un prelado de los que pisan calle. De hecho, la última vez que Francisco lo vio en Roma lo llamó «el peregrino», por lo mucho que le gusta estar a pie de obra pastoral, siempre presente en todo tipo de actos sociales, civiles y, sobre todo, pastorales", escribió. "Osoro ha dado pruebas, durante todos estos años de que, como Francisco, es partidario de una Iglesia en salida, y de una Iglesia dialogante", agregó.

"Madrid gana un arzobispo cercano, sencillo, con olor a oveja, de la cuerda de Francisco. Y, desde Madrid, su impronta pastoral puede contagiar a la Iglesia de España y despertarla de su tedio", concluyó Vidal, sin ocultar su entusiasmo.

Ahora resta la designación del Papa en lugar del cardenal Cañizares en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, un dicasterio clave del Vaticano para todo lo que tiene que ver con la liturgia en la Iglesia Católica. (La Nación)