La calma y la catástrofe
Edición del 19 / 04 / 2024
                   
25/05/2016 11:45 hs

Pablo Aimar en una entrevista a fondo

Argentina - 25/05/2016 11:45 hs
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Su vida cambió después del retiro con la camiseta de River; sus pasión por el fútbol, su mirada sobre el ambiente, su amor por la entidad de Núñez y los personajes que lo marcaron en su carrera

En el corazón de la ciudad. En una zona donde el lujo es vulgaridad. En donde los autómoviles no hablan español. Ahí Pablo Aimar impone su ritmo. Señas particulares que lo distinguen. Aquellas condiciones que lo hicieron diferente con una pelota en los pies, se extienden en el día después. Un par de sillas de bar, de esas de madera, que de verlas se huele el café, dominan el centro de su living. Una pared con el símbolo de Octubre, la tapa de uno de los discos de los Redonditos de Ricota, custodia la charla. Atentos siguen cada palabra Ringo, Paul y John. Parecen asentir a cada idea suya Mick y Keith. Una par de guitarras, un piano, una tumbadora, con los que hacen música sus hijos más grandes, que suelen decorar las tardes con las melodías de La Beriso. Educación nórdica para los dos más pequeños. Y una vida dedicada a disfrutar. Se lo merece después de 36 años de tanto andar.

Se acomoda una y otra vez en un banco de madera, en un pequeño espacio verde que tiene en el fondo de su casa. Un poco de frescura que pulveriza el cemento. Se apasiona con cada palabra, corta las frases porque no quiere decir nada inconveniente. Eso no implica que use casetes en su discurso. Dejó de patear profesionalmente con la camiseta de River el 31 de mayo de 2015, pero todavía exuda fútbol. Aunque le gusta más hablar de juego, desde el espíritu más lúdico, algo que hace ahora en ESPN. Y defiende esa idea, aun cuando después acepte que su exigencia como jugador fue extrema. Se ríe y todo cambia, porque Aimar, cuando se divierte, alegra, como lo hacía dentro de una cancha. "Mis hijas están dentro del plan de estudio nórdico, que se divide por septenios. Es decir, que hasta los siete años no aprenden ni leer ni escribir. Están en la edad en donde son una esponja, entonces quieren saber cómo se escribe y qué dice todo. Cuando me preguntaron qué significaba eso (señala un plato que tiene la palabra sexo en inglés), no sabía qué decirle. Me parece que le inventé cualquier cosa. No sabía para donde escapar."

-¿Se perdió en el fútbol la palabra disfrutar?
-No creo eso. Entiendo que hay cada vez más gente en el mundo, a la mayoría le gusta el fútbol, hay más medios vinculados a eso y todo se vuelve más confuso. Si encuentran un chico de 20 años con un amigo escuchando música y tomando una cerveza y lo critican. Pero ¡Cuándo va a hacerlo si no es a esa edad! Se ve como algo malo. Uno no puede estar explicando todo. No sé si se disfruta menos, pero hay demasiadas cosas que hacen que esto se vuelva como una carga.

-Entonces, ¿cómo se disfruta?
-El fútbol es maravilloso porque te hace contradecirte en una misma respuesta con cinco segundos de diferencia. Ves al Bayern Múnich, que está bien, perdió con Atlético, pero durante el partido la tienen que haber pasado bien. Para mí River contra Independiente del Valle, en el Monumental, jugó un partidazo. Entiendo que hizo todo lo que tenía que hacer para ganar. No entró. Hoy están todos mal, porque es lógico cuando no ganás. Pero jugaron bien.

-Vos, ¿Podías disfrutar de todo?
-No, la verdad que no. Para mí el trabajo del fútbol era estar concentrado, las dos horas adentro de la cancha eran otra cosa, la parte linda. Lo que se puede tomar como trabajo...

-¿Lo sufrías?
-No es que la sufría, porque si me escucha el que hace realmente un trabajo... Es que hay veces que te pasas demasiadas horas encerrado por jugar dos horas al fútbol.

-Tenés mucha conciencia del privilegio que es ser jugador de fútbol.
-Es que es así. Todos se dan cuenta que están haciendo una actividad por la que después pagás. Yo mañana voy a jugar con amigos y pago la canchita. La alquilamos para divertirnos. En el profesionalismo, hay muchas presiones, muchas exigencias, que son las que tiene que haber. Si jugás en un equipo grande no podés pretender que no las haya, porque te dan todo. Un equipo grande sin presiones, no va de la mano. Sin duda que somos privilegiados. El hecho de haber vivido aunque sea 15 años de nuestras vidas cobrando por algo que ahora hacemos pagando, es un claro ejemplo.

-¿Disfrutas más hoy de las cosas que antes? Hay jugadores que dicen no disfrutar tanto del juego por las presiones.
-Es que hay cada vez más presiones. En algún punto te tiene que afectar y es lógico que eso suceda. Por ejemplo, el entrenador, si pierde dos partidos, empieza a sentir que está en riesgo su trabajo. Y los jugadores viven las cosas de esa manera. Cuando menos sentís esa exigencia más disfrutás. El juego puro es maravilloso. Ese rato dentro de la cancha es único. Si ves un entrenamiento hay 18 jugadores riéndose, es por el disfrute de lo que estás haciendo. Después, en el partido, es más complejo todo porque entran a jugar otras cuestiones. El que consigue estar en el partido como en la práctica la pasa muy bien.

-¿En tu último tiempo en River la pasabas mejor que cuando arrancaste?
-No, porque cuando empecé en el fútbol estaba entero y podía dedicarme a jugar. Pensaba menos que lo que lo hacía en el último tiempo y todo me salía más fácil. Era como más inconsciente. Cuando crecés ves más cosas, aprovechás la experiencia, pero hay momentos en los que querés hacer cosas que ya no podés.

-¿Por eso fue la decisión de irte a Malasia?
-Bueno, eso es porque veía que el último año en Lisboa estaba en inferioridad de condiciones con los demás. Y no soy alguien al que le guste dejar las cosas a medias. Mientras estuve bien me quedé y cuando ya no lo estuve a la altura me fui. En Malasia me di cuenta que quería entrar otra vez a la cancha de River. Y la verdad es que familiarmente fue espectacular, porque estuve 8 meses con mis hijos todo el día. Y al menos me saqué el gusto de hacerlo un ratito en River.

-No parecés ser un tipo con miedo a equivocarse.
-No sé si es tan así. Pienso en eso y creo que yo tuve etapas de lesiones. Ahí creo que también tiene que ver mucho la cabeza. Le he dado vueltas y busqué razones a esos momentos de mi carrera. Ahora uno tiene otra edad y comprende que perder no es tan grave. Pero lo era para mí, porque me he pasado noches enteras sin dormir por eso. Después te vas dando cuenta de las cosas y te relajás.

-Decías que hay momentos en los que perdías y la pasabas mal, ¿Hay alguno o algunos en particular?
-Era partido a partido. No sé si hay algo puntual...

-¿La final de la Champions de 2001?
-Bueno, ese es un recuerdo malísmo para mí. Como el Mundial de 2002. Intento ni acordarme. Cuando empezamos a jugar el fútbol nos pasábamos mirando cómo otros jugadores cantaban el himno en un Mundial o en una Copa América. Nos decíamos internamente que queríamos vivir ese momento. Y después, cuando empezás a jugar entendés que tenés que ganar. Y después de conseguir eso, querés ser campeón del Mundo... Cuando algunos me dicen, 'pero fuiste a un Mundial', yo le digo, 'sí pero no lo gané'.

-La exigencia interna está latiendo todavía
-Ya está. No puedo seguir viviendo con el dolor de esas espinas.

-¿Y dónde pusiste esa exigencia hoy?
-Intento pasarme en ese sentido. Me concentro en poder cumplir con dos palabras. Hay algunos las pronuncian, pero no las aplican. Yo persigo siempre ser respetuoso y feliz. Respetuosos de los demás, claro. Las exigencias, trato de no plantearme más.

-Y qué te hizo cambiar, ¿la familia?
-Y bueno, cuando pasa el tiempo y entendés algunas cosas... Cuando llegás a tu casa después de haber perdido y te reciben con una sonrisa te das cuenta que lo realmente importante es otra cosa. Pero es difícil cambiarlo, porque es lo que más te gusta hacer. Para mí jugar al fútbol y hacerlo bien era una felicidad casi incomparable. Hacer un gol o... Cuando volví a mi casa después de esos 20 minutos con Central fui la persona más feliz del mundo. Porque me gusta jugar al fútbol.

-De ese retorno a River, ¿qué sensaciones te quedaron?
-Me quedan las ganas de haber jugado un poco más. Pero tenía que poder hacerlo en condiciones. Hoy, que hasta alquilo una cancha para jugar, podría hacerlo bien. Pero en ese momento, sobre todo esos últimos entrenamientos, que realmente no los disfrutaba, no era para seguir adelante.

-¿Y qué recuerdos te vienen a la cabeza de esa partido con Central?
-Era la felicidad de hacer algo que es adictivo. Entrar a una cancha con gente es algo adictivo. Entrar a una cancha, la Estudiantes de Río Cuarto, con 5000 o 7000 personas, o la de River o a la de Racing o la de Sarmiento de Leones, donde se puede juntar mucha gente, es una sensación única. Me imagino lo que debe ser para un cantante que toca para 200 personas igual que para una multitud. Me quedó la sensación de querer haberlo un poco más, pero por lo menos me saqué las ganas.

-¿Te gusta conocer cómo hacen otros deportistas para ganar? ¿Sos de acercarte a otros deportistas para consultarlos sobre eso?
-Es buenísmo eso. Sin duda que me gusta. Hablar con tipos que saben... Hace poco estuve con Sampaoli hablando. Además, son personas que tienen ideas claras. Siempre caemos enBielsa que decía que ganan equipo con dos defensores, con tres, con cinco delanteros, con tres atacantes. Con los números que quieras. Pero lo importante es lo convencido que esté el grupo para ganar. Ahí radica la clave. Todo se resume en eso, todos tienen una manera diferente para ganar, la diferencia la hace el que convence a su grupo. Lo consigue Simeoneporque ahora convenció a su grupo de que es la forma en la que pueden ganar y así lo logran.

-¿Qué entrenadores te convencieron?
-Bielsa, Pekerman y Jorge Jesús, el técnico que tuve en Portugal.

-¿Qué tenían para lograrlo?
-Enseñan. Que comenzás a trabajar con ellos siendo un jugador determinado y cuando dejás de estar en sus manos o en sus equipos, sos el mismo jugador y un poco más. Y no me pasó con otros técnicos. No intentan dar cátedras, te enseñan adentro o afuera de la cancha o en los dos lugares. Eso es lo que me gusta del técnico, el que te dice vamos a tal lugar y va primero. El que predica con el ejemplo. Yo empecé a entrenarme con River cuando estaba Francescoli y nunca nos vino a decir que debíamos ser todos humildes y buena gente, él era así, entonces, vos no podés agrandarte si ves semejante figura con esa condición humana. Cuando llegás con 15 o 16 años al vestuario de River y Francescoli te da un mate ¿qué vas a hacer? Decís 'está bien, lo seguimos todos a éste'. Son ejemplo.

-¿Qué otros tipos te marcaron como lo hizo Francescoli?
-Enzo, Astrada (Leonardo), el Ratón Ayala (Roberto). Muchos, no puedo decirte cuántos más.

-Te gusta el fútbol que estás viendo?
-Hay de todo. Hay equipos acá que juegan bien. Con jugadores que entienden el juego. Lo que pasa es que aquellos que sobresalen y hace la diferencia se van rápido y se pierde un poco el nivel. Es inevitable, porque no sólo hay una diferencia económica, que es sin duda algo importante, sino que además el jugador se plantea medirse con los mejores. Se van también porque quieren saber si puede participar en la elite. Por eso muchos jugadores deciden irse y hacen un camino en Europa.

-Si dentro de muchos años vienen y preguntan quién fue Pablo Aimar, ¿qué te gustarían que dijesen tus hijos?
-Espero que digan que soy incondicional. Yo lo soy, pero no sé si ellos lo saben. Espero que cuando les pregunten, ellos puedan decir: "Mi viejo era incondicional". Eso es lo único que quiero.

Fuente: www.canchallena.com.ar

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